Planeta Yunus (II)

Sorpresivamente este líder bengalí recibe el premio Nobel de la Paz, cuando su impacto era más que evidente, sobre todo en los países más pobres del mundo, incluyendo a Ecuador.
Varios meses atrás publiqué una columna sobre el trabajo que venía realizando Muhammad Yunus y su “Banco de los pobres”.Hoy luego de haber sido nombrado Nobel de la Paz, me parece que la discusión sobre cómo se aborda la pobreza, desde las potencialidades y no desde las carencias, es un tema que demanda ser reflexionado sobre todo cuando el desarrollo social en nuestro país está en franca caída.La base del trabajo de “Grameen Bank” que nació en las aldeas de Bangladesh y luego se ha replicado maravillosamente por todo el mundo, llegando a impactar incluso a nuestro país, es el valorar el trabajo colaborativo y asociativo que las personas con menos recursos económicos pueden tener al momento de sacar adelante un emprendimiento común que les permita generar sus ingresos.
Aquí una de las claves es haber invertido principalmente en mujeres, quienes por razones históricas están mas excluidas y con mayores dificultades para acceder a un crédito o tener un aval, pero además son más cumplidoras y ordenadas al momento de pagar. También basa su préstamo a un grupo de personas (no familiares) y por lo tanto no se trata de individuos aislados, lo que implica que el compromiso que se asume es grupal, aquí todos ganan o todos pierden, permitiendo que la taza de retorno del crédito sea más alta. Cabe mencionar que ninguna de estas personas tienen avales, por lo que a través de vías más formales, como las de un banco comercial, se les hace imposible acceder a un microcredito.
La huella de Muhammad Yunus en el manejo de micro créditos es memorable, principalmente porque han sido las organizaciones sociales y sin fines de lucro, las más interesadas en prestar y dar acceso a financiamiento a las personas más pobres de las sociedades. La confianza y el trabajo colaborativo han sido dos valores y a su vez factores que han marcado este estilo de hacer “negocios” entre los más pobres. Esto ha significado también que el costo de financiar dichos créditos ha sido muy alto y muchas veces desacelerador de iniciativas, porque claramente no hay sucursales en la mitad de las grandes ciudades, con un ejecutivo de cuentas, ni número 800 para consulta, sino promotores sociales que deben visitar una a una las comunidades y seguir las historias de vidas de cada persona a la que se le ha entregado un crédito y apoyarlo codo a codo para alcanzar sus metas y rendiciones esperadas.
El legado de Yunus no se limita únicamente a un modelo de trabajo con las comunidades más pobres, ni a un tipo de proyecto altamente eficiente y con gran impacto en la superación de la pobreza, es principalmente su visión sobre los más pobres, lo que atrae a sus seguidores, socios e iniciativas interesadas en replicar este trabajo. Para Yunus la capacidad de emprender y de surgir tiene que ver con el acceso a oportunidades, y visto de esta forma la pobreza es principalmente, más que carencia, la falta de acceso a mejores oportunidades, lo que implica que las personas, sea cual sea su ingreso son capaces de sobreponerse y salir adelante cuando tienen acceso a una buena oportunidad, como pueden ser los 27 dólares que el banco de los pobres invierte inicialmente.
La visión es clarísima, y es que la pobreza se reproduce también desde las visiones e ideas preconcebidas que tenemos sobre los pobres al momento incluso de implementar programas o modelos de desarrollo, de ahí que el asistencialismo, la bonificación sin mayor esfuerzo, el regalo o donación populista (que tanto le gusta a nuestros políticos que cortan cintas cada día), la falta de rigurosidad y demanda de esfuerzo por parte de los beneficiados (en este caso los más pobres) sean rezagos de una estrecha mirada que no cree en la colaboración, en el respeto ni en las capacidades de las personas con menos oportunidades.
Artículo publicado en Vistazo (Octubre 31/06)

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