Creer y crear para crecer

¿Es posible hablar de innovación en un país como Ecuador?, frente a esta pregunta la respuesta es categórica: sí, sí es posible, y además es una urgencia y una necesidad para dar saltos sustanciales. (Publicado El Universo, 29 Junio/07)

Durante estos días tres situaciones han surgido que me animan a insistir en la necesidad de abandonar ciertos paradigmas en torno a la innovación en países pobres y en desarrollo. Por un lado, una conferencia publicada en internet de Steve Jobs, el fundador de la empresa Apple, en el cual expone sus aprendizajes personales y la necesidad de reinventarse él, su empresa, su entorno. Por otro lado, una nueva biografía de Albert Einstein escrita por Walter Issacson en donde se presenta al genio, pero además al niño-hombre lleno de dificultades y de un contexto hostil que de cierta forma lo induce a sobrellevar sus pesadas cargas para revertirlas en fuerzas creadoras. Y finalmente un encuentro con jóvenes que sostuve en Quito a propósito de la Cumbre de Liderazgo de las Américas en donde surgió con fuerza la duda de si en Ecuador es posible liderar cambios positivos, dirigirnos en otro sentido, en medio de tanto desencanto. Estas tres experiencias inconexas permiten sustraer ciertos aprendizajes que quisiera compartir.

El primer mito es que la innovación no es una moda o una tendencia exclusiva de los países desarrollados, tampoco es solo un ámbito que concierne a las políticas públicas a favor del desarrollo, es principalmente un cúmulo de experiencias y visiones sobre el mundo y la realidad que se traducen en una cierta cultura más o menos permeable al cambio. Dicha cultura de la innovación, si bien debiera estar sostenida sobre un marco institucional que la estimule (como puede ser la protección de la propiedad intelectual o una economía atractiva para la inversión en nuevas ideas), lo cierto es que esta cultura aflora en la medida en que los emprendedores e innovadores tengan el real convencimiento de que hacer las cosas de forma distinta es posible. El caso de la India es un ejemplo a considerar, ya que a pesar de tener índices de pobreza escandalosos, se ha convertido en un polo de desarrollo de softwares sin precedentes. De ahí que la siguiente lección que extraigo a propósito de la vida de Einstein y Jobs (el primero un niño solitario que le costaba hablar y pronunciar las palabras, y el segundo, marcado por su adopción y luego por su inconclusa educación) es que la dificultad resultó ser una virtud entre ambos y fue la persistencia (no solo la invención de nuevas ideas) lo que marcó la diferencia.

Otro aprendizaje es que no podemos quedarnos esperando que surja un entorno ideal. La innovación nace también de observar detenidamente los problemas junto con sus oportunidades y entender que no siempre las soluciones altamente tecnologizadas son las requeridas, como las del proyecto Una laptop por Niño, las cuales son recargables con un pedal y no dependen de la electricidad. Una cultura capaz de absorber estos desafíos permitirá potenciar a innovadores tanto en las universidades como en el campo, dentro del Estado como en las empresas, porque la cultura de innovación, cuando se cree de verdad, es camino seguro para el crecimiento.

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