En medio del miedo


El debilitamiento de las relaciones sociales tiene múltiples causas, lo cierto es que culturalmente no hemos sido capaces de romper ciertas barreras que permitan una integración más fluida de las diferencias y la diversidad.


Este año uno de los premios Pulitzer (que reconocen el trabajo periodístico de excelencia) fue entregado a una periodista chileno-norteamericana, que durante meses se introdujo y prácticamente convivió al interior de una mezquita musulmana en Brooklyn, Nueva York. Su reportaje no fue sobre política, ni sobre religión, sino principalmente sobre los aspectos más humanos de una comunidad que hoy vive en la mira de la desconfianza. El argumento sobre el cual más insistió la periodista Elliott es que si ellos como comunidad no dejaban que los medios entraran, el mundo seguiría teniendo una visión unidimensional de los musulmanes. Y es que la mayoría de veces el miedo al otro, suele ser mayor de lo que realmente representa y ahí se vuelve vital dimensionar adecuadamente el temor y no dejarse paralizar. Un camino seguro es conocer, abrirse, dejar hablar al otro, actitudes cada vez más escasas en nuestros rituales diarios, y que se traducen principalmente en lo que los especialistas llaman "el deterioro del capital social", o aquel debilitamiento de nuestra capacidad de generar confianzas, redes, cercanías con el otro, principios básicos para vivir en sociedad.

Ese miedo al otro representa en sí mismo la debilidad del "nosotros", que nos lleva de cierta forma a replegarnos hacia adentro, hacia lo individual, el hogar. El problema es que las experiencias familiares e individuales no pueden reemplazar la experiencia del colectivo, de lo social y público.Pienso entonces en el pánico que hemos desarrollado frente a la inseguridad, lo desconocido, porque cualquiera que se acerque es un potencial peligro en medio de la ciudad.

Sin embargo, hay experiencias que hoy están marcando la diferencia en la forma innovadora de abordar esta fragilidad de los lazos sociales, como el caso del programa "Mosaico" desarrollado en la ciudad de Rochester, una ciudad marcada y dividida por el racismo. La estrategia fue vincular estrechamente durante meses a líderes políticos y comunitarios de la ciudad mediante sesiones de conocimiento mutuo.

Juntaron por ejemplo, al líder de los bomberos (que podría ser afro descendiente) con el representante del alcalde, que en este caso debía ser blanco. Ambas personas tuvieron que visitarse, almorzar y destinar sus tiempos libres para conocerse fuera del aspecto profesional. Los resultados han sido significativos, porque si bien es una simple estrategia que demanda mucha coordinación y un seguimiento sistemático, al replicarse por toda la ciudad ha contribuido a romper barreras milenarias en torno al racismo.

Si bien en Latinoamérica en general, el debilitamiento del capital social tiene múltiples causas, lo cierto es que culturalmente no hemos sido capaces de romper ciertas barreras que permitan una integración más fluida de las diferencias y la diversidad (social, económica, cultural). A manera de anécdota, la última Bienal de arte de Sao Paulo tuvo como línea de trabajo curatorial la pregunta "¿Podemos vivir juntos?". Ante la pregunta los caminos parecieran ser dos: vivir juntos (en cohesión) desde la integración de las diferencias, lo que implica una especie de mosaico que a simple vista es un todo pero al acercar la mirada nos damos cuenta de las separaciones y diferenciaciones.


Y como segunda opción, vivir juntos desde la periferia, quedarnos fuera, no integrarnos, desconocernos mutuamente. En ambos casos pienso que es convivir a medias y ahí es donde está el mayor desafío, dejar la comodidad de vivir en sociedad a ciegas, sin ver cómo día a día estamos fortaleciendo las barreras basadas en el miedo y desconocimiento mutuo.


Comentarios

Anónimo dijo…
Hola Ana María!
Hace tiempo que no entraba en tu Blog. Que interesante que en este artíulo mencionas lo de Rochester y el proyecto Mosaico. Es claramente un interesante programa que ha demostrado que la desconfianza y el miedo al otro pasa por conocer al otro, superando prejuicios y estereotipos sociales predominantes. Creo que finalmente cuando uno investiga por sí mismo, estableciendo lazos de amistad y contacto con otros diferentes, y no siguiendo los prejuicios que establecen algunos medios de comunicación y líderes de opinión, es cuando la justicia en nuestras relaciones sociales puede realmente lograrse. Un abrazo,
Daniel Duhart.
Ana dijo…
Así es Daniel, lo mas relevante del proyecto Mosaico es que no es un "idealismo" de las buenas relaciones sociales, sobretodo muestra permanentemente que romper los pre-juicios, sobretodo aquellos tan enraizados en las sociedades como lo es el racismo, pueden ser superados si se trabaja desde lo mas basico como son los encuentros cara a cara.
Este tipo de ideas-soluciones deben ser dadas a conocer con mas intensidad y sobretodo debemos empezar a confiar en sus efectos positivos, porque de nada sirven las buenas ideas si no logran mostrar al resto que SI es posible. Solo asi podremos avanzar de verdad.

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