El Anti Desarrollo

Hay que entender que no puede haber desarrollo humano profundo si se promociona la desconfianza, el temor al otro o la intolerancia social.

Farzam Arbab es iraní, durante las últimas décadas ha trabajado en Colombia en la creación de un centro de excelencia científica, él profesa la fe “Bahai” y sus investigaciones recientes apuntan a estudiar la relación entre ciencia, religión y desarrollo. Arbab representa el encuentro de dos miradas que durante siglos han dividido la forma de enfocar el desarrollo que separa la razón (basada en el materialismo), de la denominada espiritualidad o la búsqueda de la trascendencia humana. Y es que para lograr un verdadero desarrollo humano debemos de partir por dignificar a la persona, por respetarla, no sólo en su trato sino en su concepción misma, que implica darle soluciones materiales pero en un marco de reconocimiento de su integridad moral, valórica, social.


La principal preocupación en el caso de Arbab es que durante décadas el desarrollo ha dado respuestas materiales (por lo demás sin grandes logros en la mayoría de países pobres) y ha desconocido a la espiritualidad (entendida esta como el camino para la trascendencia del ser humano). Su punto es que hemos vaciado a las teorías del desarrollo (y por tanto las prácticas), del sentido más humano, creyendo ingenuamente que solo la razón, lo material, lo meramente científico son el camino para solucionar problemas que tienen como centro a las personas. Desde esta mirada, no se puede pretender un desarrollo basado en el ser humano, cuando se entrega una solución material cualquiera que sea esta: dinero, carreteras o acceso al agua, y por otro lado se lo confronta, se lo lleva al escenario de la lucha y no de la construcción del capital más preciado para nuestro desarrollo, que es el denominado capital social o la capacidad de reconocernos en las diferencias y buscar caminos de cooperación en conjunto, de confianzas que estimulan redes y colaboración.

Pienso entonces en lo inmorales e irresponsables que son hoy las élites gobernantes, que lo mejor que han podido hacer es exponer a las masas ante visiones reduccionistas (simplistas y vulgares) de la sociedad y su propuesta de desarrollo. Y es que al polarizar a la sociedad y hablar de ricos y pobres, de oprimidos y opresores, de privilegiados y olvidados, lo que se logra es reducir el análisis y entendimiento profundo de los fenómenos sociales, y tratarlos como si fueran problemas puntuales con respuestas simples.

La pobreza como objetivamente se la enfoca hoy en el país, aparece como una situación meramente material (“los que no tienen”) y además se la intenta combatir con discursos reducidos (“un problema entre ricos y pobres”) o con acciones meramente materialistas (como aumentar el bono). El problema es que las soluciones oportunistas como las del bono (supuestamente de desarrollo humano) si no van acompañadas de educación rural de calidad, sin oportunidades reales para emprender, sin redes de apoyo en la comunidad, sin confianzas en las autoridades, sin fe en el futuro, no son sólo un derramamiento de recursos sino una forma inaceptable de manipular a las masas. ¿Quién asumirá la responsabilidad por la señora Rosa, quien de regreso a casa, luego de marchar por una ciudad a la que no pertenece, se enfrente a su realidad más inmediata marcada por la falta de seguridad (y ahora desconfianza por cualquier otro que no piensa como ella), ausencia de empleo (sumado al odio hacia los empresarios), cabeza de familia (sin lazos comunitarios fuertes), y además, indignamente manipulada y usada como herramienta política?


Mientras la principal estrategia para sostener la ausencia de propuestas de desarrollo efectivas, sea la de alimentar el temor al otro, la desconfianza por el que no piensa igual, o la confrontación intolerante, se estará trabajando justamente en el camino contrario de lo que las teorías y sobre todo prácticas del desarrollo han mostrado ser las adecuadas (como las probadas en Colombia por Arbab). Esto es, trabajar por resolver las necesidades materiales junto con reforzar y potenciar el valioso capital social que está basado en la solidaridad social como eje central para un desarrollo humano profundo

Comentarios

dduhart dijo…
Muy interesante el comentario Ana María. Realmente es muy interesante la propuesta de articular ciencia, religión y desarrollo, y una experiencia práctica es la creación de Fundaec, como mencionas, en Colombia. Algo mas sobre este tema publiqué en mi blog, por si más personas quieren leerlo: dduhart.blogspot.com

Debemos entender en forma adecuada tanto a la religión como a la ciencia, para de ese modo generar las capacidades en las masas de la humanidad para poder participar en la construcción de una cilización en constante progreso, en armonía con los valores espirituales del ser humano. Es un proceso de empoderamiento espiritual y material.

Daniel Duhart S.

Entradas más populares de este blog

La voz de los “mal” educados

Encuentro Virtual: LA SOCIEDAD KARAOKE

La participación social en terapia intensiva