Conexiones Sociales

(Publicado: Diario El Universo, 27 Marzo)

Con sus 73 años y pelo canoso, Mariana Quispe viaja por más de una hora, todos los martes y jueves, hasta la Escuela de Informática y Ciudadanía en el sur de Quito. Al igual que ella, cincuenta mujeres más, de distintas etnias pero con historias de marginalidad similares, deben cruzar varios puentes que no son necesariamente de cemento y piedra. Para ellas, el inscribirse en un curso, educarse y superar su analfabetismo (incluido el analfabetismo digital o uso de las nuevas tecnologías), no es una cuestión sencilla. Deben primero convencer a sus esposos que van a estudiar, que el pago de uno o dos dólares mensuales es una buena inversión para su futuro, y además que el usar una computadora es una prioridad a pesar de la precariedad en la que viven.

Al inicio irán “acompañadas” por sus hijos (sus esposos no creen que tanto sacrificio sea para estudiar computación), luego algunas simplemente no llegarán a su segunda o tercera clase, por haber sido maltratadas y humilladas en casa al saber más que sus parejas, incluso que sus hijos. Sin embargo, aquellas que como Mariana logran terminar su curso, han aprendido algo mucho más valioso que el uso de la computadora. Son mujeres que logran fortalecer su autoestima, han visualizado el verdadero valor de usar una computadora (son más que unas máquinas para escribir o guardar archivos) y principalmente, han retribuido a su comunidad con proyectos ciudadanos, como la publicación de folletos en donde tratan los derechos de las mujeres, cuyos contenidos y diseños han sido cien por ciento elaborados por ellas, como una forma didáctica de ir aprendiendo a usar la informática.

Es por estas historias, tan reales, tan cercanas, tan esperanzadoras, que durante esta semana la ONG de origen brasileño, Comité para la Democratización de la Informática (http://www.cdi.org.br/) celebra, en más de nueve países de la región, incluido Ecuador, la denominada Semana de la Inclusión Digital, en donde las más de 700 escuelas, de las cuales 17 ya están funcionando en nuestro país, reflejan que la inclusión digital es mucho más que conectar a miles de personas, es poder participar más y mejor de los procesos sociales (como organizar a su comunidad), tener voz, conectarse al mundo, estén donde estén: en la Amazonía, en el centro de Quito o en las favelas de Río de Janeiro.

Hoy en nuestro país solo cuatro de cada cien personas tienen acceso a una computadora, pero aún menos son los que cuentan con los espacios comunitarios para organizarse en torno a un proyecto común. De ahí que las escuelas de informática y ciudadanía en Ecuador, no solo respondan a las necesidades de conectar a más personas, sino de darle sentido a los proyectos que surgen de dichas comunidades, como los propuestos por las mujeres indígenas del sur de Quito, los jóvenes con menos oportunidades de Guayaquil, los niños en escuelas rurales, las cooperativas comunitarias, incluso iglesias evangélicas. Debemos trabajar aún más fuerte por aumentar las oportunidades de integración y participación que millones de ecuatorianos demandan y para ello la educación acompañada de una visión de empoderamiento comunitario es un camino viable y seguro cuando de conectarlos a las nuevas tecnologías se trata.

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