Emprendimiento y pobreza: ¿pobres emprendimientos?

Publicado en Revista Vistazo
Para que exista una economía solidaria debe haber crecimiento y productividad, pero también debe reconocerse (sin vergüenzas ideológicas) el esfuerzo individual, la capacidad de emprender de una persona por sobre otras, ya que esto derivará en mejores resultados para una comunidad en general.

Represento a una generación que durante toda su vida (más de 30 años) ha vivido en un país marcado por la inestabilidad económica, la corrupción estatal, la violencia, inseguridad social e inoperancia institucional. He sido testigo también de la infinita capacidad de sobrevivencia que los ciudadanos ecuatorianos hemos desarrollado. Como una ola inmensa que se nos viene encima, respiramos profundo, nos hundimos, sentimos cómo nos sacude y de pronto volvemos a respirar. Pero hemos quedado cada vez más y más lejos de la orilla. Sinceramente, no recuerdo períodos de más de tres años (como máximo) en donde tanto la percepción como los hechos objetivos demostraran que el país (a diferencia de ciertos gobiernos locales) estuviera avanzando y mejorando tanto social como económicamente. Una generación entera (si no es más) ha sido marcada por el retroceso y la sensación permanente de estancamiento.


A pesar de ello, no deja de ser asombrosa y estimulante la capacidad de algunas personas, no solo de sobrevivir, sino de generar cambios profundos en su entorno, en medio de tanto bloqueo sistémico. Innovar y emprender en este país, no es igual al hacerlo en Silicon Valley o Sao Paulo, tampoco es lo mismo, si lo hace una persona que terminó el colegio, la universidad y heredó un empujón financiero, a que si lo hace cualquier hombre o mujer con ingresos mensuales menores a 150 dólares. Ahí esta el factor particular que llama la atención y que además motivó a Álvaro Vargas Llosa (conocido también por su Manual del prefecto idiota) a escribir su nuevo libro, el cual cumple con la precisa misión de demostrar que en la adversidad y la pobreza es posible resurgir una y otra vez.


El libro Lessons from the poor (Lecciones desde los pobres) afirma que miles de millones de personas que viven bajo la línea de pobreza pueden darle al mundo una lección de economía que la mayoría de políticos y académicos no logran dar. Para ello toma casos de varios países, entre los que resaltan Nigeria o Perú. Algunas de las características comunes de estos países (que seguramente le parecerán muy familiares) son: “sociedades dominadas por la corrupción política, los impuestos, las regulaciones...la transferencia de riqueza, el amiguismo y la inseguridad social”. El punto principal es que en países con extrema pobreza, el esfuerzo individual que va contra toda la estructura burocrática y corrupta, parece ser mucho más efectivo que las políticas gubernamentales o de ayuda internacional que tienden a ser terriblemente asistencialistas (todo regalado o subsidiado).


Visto así, un emprendedor exitoso es aquel que basa todos sus esfuerzos en su capacidad individual y no en las del sistema, a diferencia de aquellos que creen más en el sistema como soporte, que en sus capacidades (como los corruptos, o los burócratas ineficientes). Otro de los puntos que analiza, son los obstáculos legales y regulatorios para el emprendimiento, es decir la dificultad de traspasar barreras que cada vez estimulan más la inamovilidad y menos la creatividad.

Finalmente, se detiene en el análisis de la relación entre la libre economía y el crecimiento, como resultado seguro de una cultura que promueve el emprendimiento. Pienso por un momento en el caso de Perú, que al revés de protegerse y cerrarse a las empresas chilenas que tanto han invertido en dicho país, son motivadas por el propio presidente García a que desarrollen “clusters” e inviertan más y más, al punto que el propio García envió una carta personal a los 16 empresarios mas importantes de Chile, y lo que parecía solo una anécdota ha terminado por ser una de las estrategias más efectivas para generar confianza en los inversionistas extranjeros.

Para que exista una economía solidaria (como tanto se plantea hoy) debe haber crecimiento y productividad, pero también debe reconocerse el esfuerzo individual, la capacidad de emprender de una persona (por sobre otras) ya que esto derivará con toda seguridad, en mejores resultados para una comunidad en general. El Estado debe enfocarse entonces a dar condiciones equitativas para que todos podamos emprender con las mismas oportunidades y no tanto en limitar las acciones y logros individuales.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La voz de los “mal” educados

Encuentro Virtual: LA SOCIEDAD KARAOKE

La participación social en terapia intensiva