Reconciliándonos con Darwin
Publicado en Revista Vistazo

Una teoría tremendamente actual, controversial, y muchas veces injustamente interpretada, pero que hoy, gracias a distintas corrientes, ha retomado fuerza y vigencia, en especial para comprender comportamientos en el ser humano como el amor, las decisiones en los negocios, la solidaridad.
El libro Origen de las especies desarrolla la conocida "teoría de selección natural", y aunque demoró casi 20 años en salir a la luz, fue sin duda un destello intelectual. Según Darwin, la selección natural es un proceso en el cual factores ambientales como el clima, la falta de alimentos o la incursión de nuevas especies, hace que los organismos con ciertas características tengan mayor éxito en su reproducción y por tanto se perpetúen en el tiempo.
Lamentablemente, por años esta idea ha debido enfrentar trampas propias de su errada interpretación, como aquella que asegura que sólo los más fuertes son los que logran reproducirse y perpetuarse en el tiempo (corriente conocida también como Darwinismo social). Así la teoría de Darwin se enfrentó a la difícil tarea de responder el por qué ciertas especies tenían conductas "altruistas", es decir conductas que benefician a otros y que tiene un costo para el que las realiza. Por qué ciertas personas ayudan desinteresadamente, combaten guerras en defensa de otros, o atienden al vecino, si todas estas acciones "debilitan" a la especie frente a otras que, por el contrario, se fortalecen con los favores recibidos. Durante años la pregunta sobre el altruismo quedó relegada. No fue sino hasta después de haber muerto Darwin que se demostró que sí tiene sentido para la evolución este tipo de acciones, que toda esa ayuda desinteresada estimula la reciprocidad y mejora las condiciones de todos. Es más, se empieza a reconocer que genéticamente estaríamos predispuestos al altruismo y este no sería solo un producto cultural sino una herencia genética.
El aporte de Darwin entonces es que viene a romper con la concepción estática que teníamos de las especies (como formas únicas, inalterable y de creación perfecta). Aquí el factor "Galápagos" no es menor, su paso por las islas no es sólo una anécdota turística, es esencialmente un momento de la historia que gatilló un quiebre con las concepciones anteriores, en la que se demuestra cómo ciertos rasgos de comportamiento humano estarían determinados y programados con anterioridad como resultado del proceso de adaptación, y que no todas las respuestas pueden ser de tipo cultural, sino que están arraigadas en una evolución permanente.
Llevado a nuestra vida diaria, hay trastornos como la ansiedad y las depresiones que pueden estar asociados al estilo de vida de hoy. Un cerebro que estaba en un ambiente natural hace 4.000 años, acostumbrado a comer poco, es muy distinto a un cerebro en un ambiente como el que vivimos hoy, con edificios, abundancia de alimentos y trastornos en los ciclos de descanso.Luego de 200 años de su nacimiento y a 150 de la publicación de su libro esencial, no queda sino reconciliarnos con Darwin (ojalá releyéndolo) y celebrar en alto esta mente brillante, más allá de las entrampadas discusiones sobre el creacionismo (que pone a Dios en el centro de la creación) versus el evolucionismo, cuando ambas pueden ser complementarias al considerar por ejemplo, que el ser humano es producto de un proceso evolutivo, que empieza en el Big Bang (sea cual sea el origen de dicho momento, que para los creyentes probablemente sea una fuerza divina) cuya consecución fue la creación del sistema solar, la aparición de la vida, hasta llegar a nosotros (los seres humanos).
Comentarios
Un tema que muchas veces cuesta encontrar un acuerdo es sobre la posición del ser humano en todo esto: ¿es un animal con una evolución mayor de su cerebro o un ser con una identidad espiritual? ¿O ambos? Dos ejemplos pueden ser interesantes de analizar para responder a esta dicotomía. Por un lado, la aparición del ser humano puede ser visualizado como el fruto de la existencia. Tal como un árbol, en la semilla está potencialmente el fruto que después de todo un proceso de crecimiento orgánico, aparece en sus ramas. El fruto estuvo siempre potencialmente allí, aunque apareció después de todo un proceso de evolución. Lo mismo con respecto al ser humano. Estuvo siempre potencialmente como ser humano, desde un comienzo (lo que podría ser una visión coherente con un papel divino), pero pasó por una serie de proceso de transformación y evolución, hasta tomar la forma del ser humano. Pero como el fruto del arbol, siempre desde el comienzo fue potencialmente un ser humano. Como un embrión en el vientre de la madre, que pasa por múltiples formas.
Y en cuanto al desarrollo del cerebro, otra forma de mirarlo podría ser que en su proceso de evolución el proto-ser humano pasó por un proceso de desarrollo de su mente que permitió en cierto momento de la historia el desarrollo de una conciencia espiritual, que en términos espirituales es cuando adquiere conciencia de Dios, un momento en que su desarrollo biológico permite la asociación de un alma al cuerpo. Ese momento histórico puede ser lo que simbólicamente en los escritos de algunas religiones se refiere al "primer hombre", como Adán, pero que más que ser el primer hombre físicamente, es el primer ser humano que adquiere esa conciencia y comienza pensar acerca de esa asociación entre espíritu y materia, y a ver la vida con un propósito más allá de la existencia para la sobrevivencia en este mundo unicamente: la trascendencia.
Aquí hay un link interesante que aborda este tema: http://www.onecountry.org/e193/e19302as_Perspective_Evolution.html
Bueno, algunos temas para la reflexión,
saludos,
Daniel
Pienso que al igual que con Darwin, muchas teorias al tratar de contrastarse por el lente religioso o 100% cientifico pierden su fuerza y eso ha sido permanentemente en una sociedad positivista como la moderna.