La cara más justa del mercado

Publicado en Vistazo

Cuando todos culpan al libre mercado del colapso mundial, ¿será posible utilizar los mecanismos de éste para generar inclusión y aliviar la pobreza? La respuesta es SÍ.

Que la culpa la tienen los capitalistas, que esta crisis financiera y económica mundial es producto de las ideologías neoliberales instauradas por el Occidente, que Madoff y la sarta de pillos sólo puede darse en sistemas tan desregularizados como los actuales, son afirmaciones que se tiran al aire livianamente con el fin de instaurar nuevas ideologías igual de imperfectas, como es el caso del socialismo. El Rey ha muerto ¡que viva al Rey!, parecería ser la consigna de quienes pretenden justificar mayores intervencionismos estatales con el fin de regularizar, intermediar y manejar el mercado.

Y es que si de algo se le han tildado a las leyes del mercado, es de su tendencia a la concentración, a hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, sin embargo, nuevas visiones (quizás menos ideologizadas) están basando sus estrategias en las leyes del mercado y la forma como generan rentabilidad con el fin de beneficiar a las comunidades con menos ingresos.

Son los denominados negocios inclusivos, una tendencia que se aleja de las miradas tradicionales de cómo hemos abordado la superación de la pobreza (casi siempre desde el Estado, regalando bonos, entregando subsidios).

Según la definición que encontré en la fundación Avina (una de las organizaciones que promueve esta mirada), los negocios inclusivos son iniciativas económicamente rentables y ambiental/socialmente responsables, que utilizan los mecanismos del mercado para mejorar la calidad de vida de personas de bajos ingresos. Esto porque les permite participar en la cadena de valor de las empresas, por ejemplo siendo los proveedores de materia prima, agentes que agregan valor a los productos, o siendo vendedores o distribuidores.

También porque les da acceso a servicios básicos esenciales de mejor calidad o a menor precio, y/o su acceso a productos o servicios que les permita entrar en un “círculo virtuoso” de oportunidades de generar renta.

Olvídese de las estrategias de responsabilidad social empresarial (RSE) tradicionales, los negocios inclusivos se basan en que las empresas no regalan a la comunidad nada (ni productos, ni regalos a fin de año, nada) sino que incorporan a la comunidad organizada dentro de sus procesos, ya sea en la cadena productiva, de valor o distribución. En Chile participé de una experiencia con una de las empresas más grandes de cable e internet, quienes por un lado tenían interés en atender a las comunidades de menos recursos (como potenciales clientes en sí) pero también aportar con el mejoramiento de su calidad de vida, apoyándolos a generar ingresos (vía indiscutible para superar la pobreza). Lo que se propuso fue que las asociaciones barriales se juntaran para distribuir a menor costo el cable e internet en dichas poblaciones. Las mismas juntas barriales fueron los distribuidores oficiales de estos productos, llegando de manera más directa a los clientes, logrando disminuir un porcentaje considerable de “colgados” del cable (los que no pagan) y sobre todo generar un ingreso directo para la comunidad, como parte de sus comisiones.

Los negocios inclusivos demuestran que es viable la rentabilidad económica promoviendo la inclusión de poblaciones históricamente relegadas, para ello se han identificado claves que permiten que estos procesos tengan mayor impacto, como el incluir a las comunidades organizadas (por sobre los individuos), mantener las leyes de la oferta y demanda como base de la relación, es decir no “hacerles el favor” de comprarles sus productos, sino que, tanto las empresas como las comunidades trabajan por mejorar estándares y calidad. Sin duda, una clave es la inversión de privados (ya sea con dinero para gestar estas nuevas microempresas, capacitaciones para impulsarlos en su organización y procesos, o definitivamente para incorporarlos en su cadena productiva) pero sobretodo, se necesita apertura y generosidad de mente hacia grupos de personas que tradicionalmente han sido vistas como sujetos a los que hay que proteger, invitándolos a competir y subirse al carro del desarrollo sustentable y la generación solidaria de valor.

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