Huellas para la próxima década

Publicado en Revista Vistazo
El 2009 recoge algunos hitos importantes de rescatar, no sólo por lo que significaron durante el año que pasó, sino porque sirven para mirarnos de aquí a diez años más.


El 2009 podría pasar como el año de la resistencia a la debacle económica que empezó en 2008. Fue en ese sentido un año de pocos avances y grandes retrocesos. Sin duda también fue el año de Obama, pero además fue particularmente un año que estuvo marcado por ideas y manifestaciones culturales que si bien no todas tuvieron el eco que nos habría gustado escuchar dentro de nuestra sociedad ecuatoriana, al menos nos hicieron un guiño lo suficientemente tentador como para no dejarlas pasar tan fácilmente.


La huella Darwiniana: Darwin está de moda, cumple 200 años, no tiene más conflictos con la Biblia, se pasea por el mundo entero, inspira miles de libros. Así es como enfrentamos este año lo que para algunos es “la idea mejor pensada” (por sobre Newton y Einstein). Y es que su revolución vino a romper con la concepción está­tica que teníamos de las especies (como formas únicas, inalterable y de creación perfecta). Él nos las presenta alterables, evolutivas y por tanto en continuo cambio. Aquí el factor “Galápagos” no es menor, su paso por las islas no es sólo una anécdota turística, es esencialmente un momento de la historia que gatilló un quiebre con las concepciones anteriores, en la que se demuestra cómo ciertos rasgos de comportamiento humano estarían determinados y programados como resultado del proceso de adaptación y evolución permanente. Los seminarios, las publicaciones, los eventos en torno a Darwin llenaron los salones, las librerías, los periódicos. En Ecuador el eco fue menor, no sé si por la falta de valoración que se tiene de sus ideas o porque seguimos creyendo que esto es solo para los más cultos y letrados. Darwin atrae, Darwin seduce, no es cuestión de elitismos, sino de darnos la oportunidad de entenderlo más y mejor.


La huella verde: La revolución verde nos muestra que son las personas y no solo las tecnologías las que mayor incidencia tendrán al momento de revertir el caos climático que hemos causado, porque el 90 por ciento de la subida de las temperaturas se debe a actividades humanas. El protocolo de Copenhague es un grito a no farrearnos las opciones como se lo hizo con el de Kioto. Lo que se busca para los próximos 40 años es evitar que las temperaturas mundiales se eleven a más de dos grados Celsius y claramente la falta de compromisos políticos ha dejado durante las décadas pasadas este tema en un segundo plano. Se espera entonces que para el 2050 las cosas hayan cambiado drásticamente. Yo sí me quiero imaginar de aquí a 40 años más con un mejor planeta.


La huella Bicentenaria: doscientos años de la independencia es lo que en el 2009 marcaron a varios paí­ses de América Latina. Dentro de la pompa y la formali­dad de las actividades que esta fecha significó la revisión de cómo vemos nuestros países de aquí a 200 años más fue escasa, por no decir nula. Más o menos pompa, no es lo que al final queda, sino el planteamiento de una sociedad heterogénea, inclusiva y sobre todo con visión planificada para el futuro, de manera que los siguientes 10, 100, 200 años no nos pillen desprevenidos como histó­ricamente lo han hecho. Esta no es una tarea intelectual es un principio de visualizarnos y planificarnos, de ser menos reactivos y más creativos también.


La huella tecnológica: finalmente, más que un año, es una década marcada por la tecnología. Es la década atribuida a Internet y el boom de las interacciones y redes sociales. Más conexiones, mejor velocidad, masificación del acceso, es lo que Internet trajo. Pero además, mayor sofisticación en el uso. Ya no basta con tener e-mail, hoy facebook, twitter, hi5. En términos de mercado, queda aún la duda de qué tan rentables pueden ser estas redes, y en términos sociales, siguen siendo para un grupo reducido en los países de nuestra región. Ecuador partió siendo un líder en conexiones a Internet, hoy ha sido superado por varios vecinos y sus bases para hacer del acceso a las tecnologías un derecho han quedado bien escritas en la nueva constitución. Solo falta desempol­varlas y ponerlas en práctica.

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