Parra después del Cervantes



Publicado en El Universo 15/05/2012

Anti poeta, deslenguado, acido en su humor, creador de artefactos, ágil mentalmente, físico, anárquico y poco amigo de los flashes, Nicanor Parra a sus noventa y siete años probablemente es una de las voces (mejor dicho plumas) más lucidas y controversiales de la poesía latinoamericana actual. Su reciente reconocimiento con el premio Cervantes lo ha vuelto a poner en las portadas y por eso miles lo han vuelto a leer, sin embargo su obra es tan contundente, que mas allá de los laureles, su brillo difícilmente se puede opacar con el paso del tiempo.

Parra es mucho más que un poeta que busco innovar en la forma, es un personaje que busca liberarse permanentemente de las ataduras sociales, intelectuales, políticas y todas aquellas formas del “deber ser” que las sociedades (en especial latinoamericanas) suelen tener. De ahí su obsesión por de-construir, trasgredir y desafiar los cánones se ha convertido en una actitud genuina de enfrentar su labor. Llama la atención la presencia de este personaje que busca manejarse en los márgenes del poder y la fama, porque en Chile donde el arte y la política están íntimamente imbricados, el contar con un poeta de esta magnitud que se dice “no” político, es al menos inquietante. “Me declaro fanático total, eso sí, no me identifico con nada”, dice uno de sus antipoemas, y es que sólo Parra ha sido capaz de colgar de una soga a los últimos presidentes de Chile bajo el título “el pago de Chile” para inaugurar en el 2009 su afamada exposición de artefactos (juego de objetos e imágenes que conjuga con palabras y frases), visitada por miles de personas, bajo la mirada atenta de la elite política chilena.

El se declara un viejo libre de espíritu, con estudios en física, quien escribe poemas en donde no le incomoda incorporar frases populares, incluso en inglés o alemán, que además recurre a lo visual para profundizar los significados, alejándose de sus antecesores del movimiento “dada”, a quienes reconoce como esclavos de la imagen, pero sin quienes no existiría el surrealismo y por lo tanto no habría poesía. Desde su reducto en el balneario de las Cruces en la costa Chilena, Parra espera paciente el paso de los días, que no se ve alterado ni si quiera por la vorágine ante la entrega de su premio en España al cual decidió no asistir. Una escena bien “anti Parra” en el más estricto rigor, si consideramos la presencia de príncipes, intelectuales, embajadores y demás personas que estuvieron en la Universidad de Alcalá en la entrega del premio.

Reconocer al personaje, por sobre la obra, me parece importante sobre todo porque su obra es producto de una forma de ser, pensar y plantear los problemas de la sociedad. El aporte de Parra a la literatura mundial hoy es incuestionable, si bien todas sus obran no han tenido ni la calidad ni el impacto que algunos esperan, lo cierto es que el haber promovido una forma de crear distinta es en sí un aporte fundamental. En palabras del poeta, “durante medio siglo la poesía fue el paraíso del tonto solemne hasta que vine yo y me instalé con mi montaña rusa", por ello hoy debemos celebrar, aplaudir y leer a Nicanor Parra.

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