La participación social en terapia intensiva

Publicado en VISTAZO

El Estado pulpo duplicó y replicó tareas que otros ya hacían, porque la colaboración y reconocimiento de todo aquello que estuviera fuera de la esfera del control del gobierno simplemente fue ignorado o directamente absorbido por este.

La sociedad civil y la participación ciudadana en Ecuador están en terapia intensiva, el plan institucionalizado por el Correísmo para desmantelar y cerrar organizaciones sociales, minimizar la participación de los movimientos sociales, controlar la libertad de asociación  (vía el famoso y ya derogado decreto 16) logró su propósito. La forma como funcionó este proceso tiene su raíz en el falso relato de que el Estado ya se estaba haciendo cargo directa y activamente de los ámbitos en los cuales la sociedad civil organizada actuaba, como la superación de la pobreza, la educación de calidad, la inclusión de los pueblos indígenas, entre otros. El Estado “pulpo” duplicó y replicó tareas que otros ya hacían, porque la colaboración y reconocimiento de todo aquello que estuviera fuera de la esfera del control del gobierno simplemente fue ignorado o directamente absorbido por este.

Aquellas organizaciones menos “alineadas” al gobierno fueron asfixiándose poco a poco, algunas desprestigiadas públicamente como fue el caso de la “Junta Cívica”, mientras iban emergiendo organizaciones afines a Correa, estableciendo relaciones más clientelistas en honor a una mal entendida lealtad. El caso de la Red de Maestros es una evidencia de cómo aparecieron nuevos grupos, con lineamiento mucho más políticos, bajo  la excusa de una revolución educativa.

De alguna manera la forma de participar activamente también se estatizó, porque la idea de asambleísmo y de apertura a recoger ideas tuvo eco sólo en aquellos que se alineaban al gobierno y no presentaban rasgos contestatarios. El nuevo pacto social que se instaló fue soportado por un complejo andamiaje de ministerios, secretarías, instancias de diálogo que poco de representativos e inclusivos tenían. De ahí que uno pueda entender con el tiempo, la relación de amor y odio con el movimiento indígena, o los de corte más ecologistas que fueron quedando “fuera”. En ideas de Foucault, el poder que estableció el Correísmo sobre la sociedad no se dió necesariamente por la imposición, sino porque pudo establecer el campo de acción y por lo tanto limitó el juego, los jugadores, la cancha. Ahí está el decreto, ahí están las condiciones para renovar estatutos, ahí está quienes quedaban cerca o lejos de las decisiones.  

Para salir de esta terapia intensiva es requisito indispensable que se reconozca que el Estado solo y aisladamente no es capaz de hacerse cargo de las demandas históricas, como la salud, educación, inclusión indígena, etc y que necesita un tejido social fuerte, canales comunicantes y que depende de su relación con otros grupos de la sociedad para dar el salto al desarrollo. Por otro lado, comprender que la gobernanza de un país no pasa por el control y amenaza a los movimientos sociales, sino por su capacidad de dialogar y consensuar. Finalmente desburocratizar, alivianar, promover e incentivar a las organizaciones civiles y dejar de duplicar y absorber los esfuerzos que  estas realizan. El camino implica más confianza, más colaboración, más tolerancia y control social mutuo, ámbitos que hoy son poco visibles en nuestra cultura política y social. 

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