¿Cuánto vale un favor?


En plena crisis mundial de alimentos resurgen las soluciones que apelan a una lógica que deja en evidencia que las acciones individuales y basadas en el cooperativismo (aunque ello implique lucro) son caminos necesarios y urgentes.



A propósito de la crisis mundial de alimentos, que si bien es un problema complejo y no se puede asociar únicamente a la industria del bio combustible, es necesario mencionar que hace ya viarias décadas, en más de 25 países, se han instaurados los denominados “bancos de alimentos”. Una idea sencilla que nace, entre otras razones, de la estricta estandarización de los mercados de alimentos, en donde por ejemplo, artículos que han sido mal etiquetados o están a punto de vencerse dan de baja y estos bancos los recuperan y redistribuyen para causas sociales. La gran mayoría de industrias y supermercados hoy hacen sus “donaciones” en especies y envían estos productos a las distintas entidades. El problema está en que para las empresas es una pérdida al fin y al cabo, porque la ley no contempla este tipo de acciones, así que están obligadas a donar sin ningún incentivo fiscal, lo cual se convierte en un mecanismo perverso porque resulta mejor dejar los alimentos en la basura, quemarlos y darlos por pérdida, a entregarlos a los más necesitados. Hasta hoy en Ecuador no existe tampoco una ley de donaciones que incentive este tipo de acciones y por lo tanto los bancos de alimentos no se han potenciado.
Probablemente con la mirada tan desconfiada que tiene nuestro gobierno de las empresas, no sea una prioridad promover las leyes que agilicen y premien las donaciones con fines sociales. Menos aún cuando se siga suponiendo que para que exista equidad social las empresas deben perder, o al menos no ganar. Pero esta lógica del “banco” basada en el concepto de la transacción y finalmente de lucro (en cualquiera de sus formas), también está siendo utilizada para promover la asociatividad y el trabajo comunitario. Son los denominados “bancos de tiempo”, una idea distinta a la que mencioné inicialmente, porque aquí no se tranza comida, sino tiempo especializado y profesional. Entonces si usted quiere ofrecer un servicio de carpintería a su vecino éste le “pagará” con un cheque de una hora de tiempo a cambio, en la especialidad que tenga dicha persona. Así, cuando quiera cortarse el pelo, podrá hacerlo de forma “gratuita” porque tiene un crédito a favor en cualquiera de las especialidades que los usuarios del banco han comprometido.
Este tipo de bancos nace justamente en respuesta a la incapacidad de los gobiernos, en países menos desarrollados, cuyas economías han colapsado, la situación laboral es precaria y los gobernantes siguen cerrándose más y más.

Y es que la mirada de contribuyente y no de beneficiarios y receptores de caridad, es lo que marca este tipo de transacciones en los bancos de tiempo. Estos cuentan con sus oficinas físicas, chequeras de tiempo, incluso estados de cuenta de horas acumuladas. La diferencia es que para aumentar el capital del banco se debe trabajar en la formación de los contribuyentes, en el mantenimiento de las redes sociales donde viven y la información constante del tipo de servicios que se tranzan. Ahora bien, el tipo de impactos que buscan los bancos de tiempo puede variar de país en país. Sólo por mencionar, están los ejemplos de países menos desarrollados, que mediante estos mecanismos intentan solucionar problemas de escasez económica. Es decir, suplir las carencias con servicios prestados por la misma comunidad. Sin embargo, en Estados Unidos hay cientos de bancos de tiempo, pero que surgen principalmente como una forma de fortalecer el sentido de pertenencia de la comunidad, para conocerse más y apoyarse mutuamente.
A lo que apelan estas iniciativas, concebidas en su mayoría fuera de la maquinaria estatal (y probablemente por ello son más dinámicas y desprejuiciadas del lucro),w es a la creación y fortalecimiento de redes y relaciones sociales o comunitarias que por mucho tiempo han sido tratadas y asumidas como meras receptoras de los beneficios que el Estado entrega, y nunca han sido catapultadas como verdaderas generadoras de riqueza (social y económica). Han pasado de ser “pobres beneficiados” a ciudadanos comprometidos y asociados, con dinámicas autónomas e independientes. Necesitamos por tanto incentivarlas para que dejen de ser solo buenas iniciativas sociales, puntuales y muy acotadas a lo que la ley les permite y promueve, y pasen a tener un impacto mayor en nuestro país.
Vistazo: Junio 05/2008

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