Polaroid: el mundo al instante




Debo haber tenido 9 o 10 cuando me regalaron mi primera polaroid. AMR son las iniciales que le pegué en la parte de atrás, ahora era más mía que nuca.

Tener las imagenes en el momento, daba la sención de inmediatez similar (casi) a la que producen las cámaras digitales hoy. Ya no había que esperar una semana mientras el laboratorio de fotos se demoraba en revelar el rollo, imprimir las fotos y entregarlas todas pegadas y con las huellas marcadas.
La polaroid permitía principalmente eso: la inmediatez del momento en una imagen, de manera fácil y 100% controlado por nosotros.

Me acuerdo cuando tomaba la foto y al principio las cámaras había que mover una palanquita enrollando para que saliera la foto (luego pasaron al sistema que sacaba las fotos automáticamente). Boca abajo esperaba a que el proceso de “revelado instantaneo” terminara. Lo levantaba despacito, para que no entrara mas luz de la necesaria y se dañara toda la foto. Luego venia el momento de secado mediante el clásico “abaniqueo” o movimiento que haciamos para que supuestamente terminara de revelarse y fijarse la foto.

Hasta hoy conservo algunas polaroid, cuadradas y gruesas como eran. Han envejecido muy mal, porque los colores se han lavado, o peor aún, se han oscurecido. También mantengo dos cámaras como “objeto vintage” en mi casa y hace poco me tope en una feria de antigüedades con una de estas (ver foto).

Sin duda, la Polaroid fue una tecnología que supo leer las necesidades de los fotógrafos compulsivos como yo: inmediatez, control del revelado y portabilidad. Lamentablemente no fue muy eficiente y a la larga resulto cara.

Comentarios

Ana dijo…
PD: cuando termine de subir este comentario, el sitio web desde donde lo hice me publicó el siguiente aviso en la pagina "Polaroid Film In Stock
Unique Photo Inc. Has The Newest Polaroid Instant Films in the World", todo un mercado "de culto" para un objeto en extinción.

Entradas más populares de este blog

La voz de los “mal” educados

La participación social en terapia intensiva

Qué tanto importa el vecino: el caso de Paulville