Vendo título de profesor

Publicado en Revista Vistazo

Existen infructuosas fórmulas para resolver el problema que genera mayor inequidad y retraso en nuestros países: la educación. Un sistema en crisis, cuyos protagonistas, los profesores, tienen mucho que ver y revertir YA.

Mis papás invirtieron durante toda mi adolescencia un dineral en clases particulares de matemáticas, realmente nunca fui buena para los problemas ni las sumas, incluso terminé el colegio creyendo que esto no era lo mío y así crecí con un tremendo vacío educacional, alimentado por lo que mi querida profe día a día me hacía creer (sin que ella lo sintiera así) y por lo que su mortal método logró en mi, odiar los números, no tener un avance sustancial en la materia y lidiar con las notas inmediatas y no con el conocimiento más amplio.

Sin embargo, lo que parece sólo una anécdota cual­quiera, es la evidencia más clara de lo que un mal profesor puede lograr en un alumno y es la razón también por la que nuestros “sistemas educacionales” (me refiero a toda la región de América del Sur, sin excepciones) han fracasado. Desde Brasil con su Plan de Desarrollo de la Educación que busca mejorar la calidad de los profesores y revalorizar la ya alicaída carrera docente, pasando por Chile con sus leyes de educación que no logra mejorar la formación de los profesores y permitir que se premie su desempeño individual, o Perú que está midiendo cuánto dominan sus profesores la materia que imparten (la gran mayoría en Perú, o Ecuador o donde sea que usted ponga el ojo en la región no domina y probablemente no comprende a cabalidad lo que enseña). También está Ecuador, que lucha por desenroscar a la educación de las redes políticas y llevar a los profesores a niveles que permitan medirse y evaluarse con mayor precisión. Y así, si usted recorre la región se dará cuenta de que el mal es el mismo: una mala educación, en donde el factor “docentes” aparece como el pilar que desestabiliza esta compleja construcción.

Está súper estudiado que entre los factores prin­cipales para que las escuelas en sectores pobres sean eficientes, el compromiso de los profesores con sus estu­diantes es clave. Significa que los profesores conocen bien a sus alumnos, sus familias, sus aspectos positivos y negativos, que se preocupan por sus alumnos. Lo cual demanda el comprender que no todos los alumnos son iguales y aprenden a la par y por tanto los buenos pro­fesores son los que adaptan sus métodos, sus ritmos, a la diversidad de alumnos.

Hay que reconocer que Ecuador está dando pasos importantes, ya el simple hecho de evaluar a los profeso­res es un paso gigante para empezar a depurar el sistema educacional. Obviamente evaluarlos sin el apoyo ade­cuado no conduce a nada, pero según las informaciones del Ministerio, son varios los cursos que han realizado como el de pensamiento crítico o estrategias de compren­sión lectora que son básicos para poder guiar una clase decentemente.

Lo que se busca (de acuerdo al Plan Dece­nal de Educación) es subir el nivel y mejorar la carrera docente. Para eso me parece necesario y prioritario que el Estado regule mucho más las carreras pedagógicas ase­gurando un piso mínimo, una calidad óptima para poder certificar a los que salen de la carrera de pedagogía. Hay que evaluar las mallas curri­culares de esas carreras, es decir qué aprenden los futuros maestros. Hoy también se investigan los perfiles de profesores, así como nuevas estrategias curriculares y sistemas de evaluación per­manentes.

Este último punto es uno de los ejes de la calidad, sino medimos, cómo sabemos que estamos avanzando (o peor aún retrocediendo). Para empezar, de la evaluación docente inicial que se realizó en Ecua­dor, de un total de 2.500 profesores aproximadamente (siendo que sólo fiscales llegan a 120.000), la mayoría (72,88 por ciento) obtuvo bueno (o sea mediocre) porque lo antecede el 24,28 por ciento que sacó muy bueno y apenas 0,08 por ciento excelente. También se dispuso un plan de incentivos personales, de manera que los que obtuvieran calificación excelente recibirán 1.200 dólares anuales, y los que obtengan bueno 900, un sentido de libre competencia que es sano y necesario, para una “casta” privilegiada, mañosa de tanta politiquería que lo único por lo cual no ha velado es por el desarrollo de los niños y niñas.

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