Mirando Alto

EL UNIVERSO, 02-04- 2013

¿Cómo un país puede llegar a liderar el 70% de un sector a nivel mundial?, ¿cómo en América Latina se puede atraer a los científicos más importantes y lograr que existan inversiones en ciencia y desarrollo para las siguientes dos décadas?, ¿cómo un país cuyo principal producto es el cobre logra un desarrollo exitoso asociado al desarrollo de un sector de las ciencias y la tecnología?; la experiencia de Chile en torno al desarrollo astronómico es sin duda una muestra de que cuando la ciencia y la tecnología se proyectan con incentivos y políticas de inversión claras, pueden lograr resultados sorprendentes.

Hoy el cielo de Chile es un recurso mundialmente preciado. Se estima que para el 2018 concentrará el 70% de toda la infraestructura en telescopios, lo que significará aproximadamente 8 mil millones de dólares de inversión extranjera. Sin duda, las características de nuestro continente (y país) son privilegiadas para el desarrollo de innovaciones de similar escala (en diversos sectores). Sin embargo, el que se invierta sostenidamente en el desarrollo de estas depende de la receptividad de los países a colaborar, pero además de tener claras las condiciones con las cuales se opera.

La semana pasada se inauguró el radiotelescopio más grande del mundo, ubicado al norte de Chile, en una zona tradicionalmente minera. El proyecto ALMA (Atacama Large Milimiter Array) está compuesto por 66 antenas radiotelescópicas que trabajan apuntando a la misma fuente a cinco mil metros de altura, es un proyecto en el que participan varios países, universidades, centros de investigación y fondos de desarrollo. El ejemplo del proyecto ALMA en Chile es emblemático, no solo porque las principales potencias mundiales están interesadas en tener acceso a esta información y por lo tanto colaboran activamente en el desarrollo de estos proyectos, sino porque además el país ha generado los incentivos (tributarios, de uso de los recursos, facilidades para las operaciones, etcétera) de manera de facilitar el desarrollo de este sector, resguardando los intereses del país.

Dentro de los impactos que esta estrategia para el desarrollo de la astronomía está teniendo en el país, podemos reconocer, por ejemplo, el incentivo al desarrollo de profesionales ligados a estas ciencias. La idea es que Chile no se convierta en una zona de paso de astrónomos extranjeros, sino que pueda producir localmente el número suficiente de científicos capaces de aprovechar este desarrollo. Por otro lado, a nivel escolar, se empieza a valorar la importancia de incorporar con más fuerza en el currículo y en la formación de los niños las nociones en torno a la astronomía, pero desde las ciencias, las matemáticas y la tecnología. También se ha incentivado el desarrollo de consorcios y centros de excelencia que permita una asociación entre organizaciones locales y extranjeras que permitan potenciar el estudio y su desarrollo.

A propósito de la inauguración del proyecto ALMA y del próximo telescopio que lo superará (el Gigante de Magallanes en el 2018), cabe preguntarse cómo podemos acelerar procesos de colaboración internacional, que van más allá de los gobiernos e involucran a las empresas, organizaciones y entidades académicas para lograr desarrollar innovaciones sustentables en el tiempo que agreguen valor interna y externamente. Sin duda, Ecuador posee los recursos locales para potenciar nuevos sectores, ojalá también los incentivos y reglas claras para su exploración y desarrollo.

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