Mis dias sin Facebook

Publicado en Revista Vistazo



¿Por qué ahora todos hablan y se inscriben en Facebook?, ¿en qué momento se volvió una necesidad, incluso para aquellos que se conectan poco a internet o no les interesa la socialización virtual?

Debo reconocer que mi primera reacción cuando me inscribí a Facebook fue la de cancelar mi inscripción y eliminar los pocos contactos que, a través del mail, el sistema había detectado automáticamente como posibles miembros de mi red personal. Por un instante sentí que alguien estaba rastreando mi agenda de contactos y que tenía demasiada información como para relacionarme con personas, que por lo menos hace 10 años o más, no había vuelto a contactar. A pesar de que mantengo un blog (anaraad.blogspot.com) y que cualquiera puede leer y comentar, la experiencia inicial en Facebook fue, por decir lo menos, “invasiva”.

Es por eso que por meses me mantuve al margen de las actividades de Facebook, no así de las diversas noticias relacionadas a la empresa, como la millonaria compra por parte de Microsoft, o las permanentes anécdotas y comentarios sobre el sitio más usado después de Google. De alguna manera estaba destinada a volver a Facebook.

Si Facebook tiene un nombre asociado, ese es Mark Zuckerberg, un emprendedor de no más de 30 años, cuya historia es ya conocida y repetida en la burbuja de internet: jóvenes educados en las universidades más prestigiosas y con una idea en mente, se encierran en un antiguo garaje trasero de su casa (al estilo Bill Gates) y desarrollan una herramienta tecnológica, basada en una idea simple, la misma que se catapulta de un día para otro y empieza a repartirse en forma viral entre los miles y millones de usuarios. La idea de Zuckerber se instala sobre un principio básico, el de mejorar las comunicaciones entre las personas y hacer fluida la transmisión de datos (fotos, contactos, comentarios, etc.), sobre todo mediante una navegación “a prueba de tontos”. De ahí que sean más de 70 millones de usuarios activos los que están en Facebook. Pero probablemente, su mayor aporte sea contar con una plataforma absolutamente descentralizada que ha permitido el diseño de más de 20.000 aplicaciones, que van desde el envío de un karma, compartir los libros favoritos, escoger al amigo más “cool” o apoyar la protección de las Galápagos. A manera de dato, 140 nuevas aplicaciones publica diariamente la comunidad de desarrolladores “voluntarios” de Facebook.

Pero ¿qué tiene Facebook que no tienen otras redes sociales en internet?. Es evidente que lo que hay es un sistema de base de datos capaz de vincular lugares, personas, con productos, estilos de vida, incluso ideologías. Si yo contacto a alguien, porque fuimos compañeros de universidad, pero además le pido contestar preguntas sobre mi programa favorito, el sistema me dará nuevas opciones de personas con causas comunes y entonces empezaremos a desarrollar una nueva red. Un efecto “portafolio”, muy común en las comunidades virtuales, que permite abrir y mostrar tantas redes como intereses posibles. Por tanto, el desarrollo de nuevas redes (a partir de las que inicialmente ya teníamos) es un factor importante si consideramos que la tendencia en Facebook es a aumentar los contactos (mientras más, mejor).

El grupo de los “sub 30” que nació con los videojuegos, que tardíamente incorporó las computadoras, que tiene acceso a internet y que cuenta con una educación por sobre la media es el de mayor interés para Facebook (por su poder adquisitivo y autonomía). Por ello su mayor crecimiento ha sido entre los de 25 años y también por eso, es que a mi sobrino preadolescente (probablemente el más conectado de la familia) no le interesa para nada estar en Facebook.

Mientras termino esta columna me han enviado una aplicación con un café de la cadena Starbucks, pienso entonces en para qué sirve realmente Facebook. Si bien 14 millones de fotos se comparten diariamente y cientos de aplicaciones alimentan las redes de interés, lo cierto es que si no fuera por aplicaciones como estas, sería poco probable el reactivar contactos, desarrollar redes, de manera simple y rápida (promesa básica de Zuckerber). Es momento entonces de reconocer que ya no puedo escapar de Facebook, ni de su capacidad de vincularme más y más, entonces aceptaré mi café y veré con quién más lo puedo compartir.